sábado, 24 de enero de 2009

Digo... para que digas...


Desde los tiempos conocidos, la juventud ha sido señalada por la sociedad como ese sector o tiempo de la vida en la que uno no entiende nada y actúa de forma impulsiva sin ser consciente, frases como: “es que sólo piensas en divertirte”, o es que “ no hay forma de que participen, no les interesa nada”, han sido una constante en los debates y las reflexiones de los que tenemos la obligación de ofrecer alternativas y dar respuestas, impregnando desde el inicio de cualquier proceso de diseño, de un halo negativo que impide la libertad de creación y alcanzando unos resultados en la mayoría de los casos pobres. Sin embargo, una reflexión pausada nos muestra una realidad muy distinta, lo que realmente se le ofrece a los jóvenes en los entornos locales, son simples acciones apenas estructuradas y consideradas un fin en si mismas, sin que demuestren una apuesta decidida para dar soluciones. Una educación centrada en el desarrollo de las inteligencias cognitivas o memorística, una sociedad que insiste en aplicar medidas represivas de otras épocas sin escuchar alternativas, un mundo de consumo que utiliza a los más fáciles como sus principales exponentes, unos presupuestos pobres en las áreas juveniles, unos profesionales cambiantes y poco cualificados... y sin embargo, ellos son los culpables, “niños mimados que tienen de todo”.

Es claro, que es necesario generar cambios en los planteamientos sociales. La velocidad de vértigo de nuestra historia reciente, ha generado importantes diferencias en los valores de las generaciones, de esta forma, no hace demasiado, cuando aquel que sabía escribir era un privilegiado, después el que era bachiller, luego el titulado, hoy ya no es suficiente contar con una licenciatura o un doctorado, además el joven debe tener una actitud de superación, asumir que la consecución de sus estudios, no ha sido más que una fase de su vida y que a pesar de que lo sitúa en una buena posición, no es definitiva.

La estructura de las familias han cambiado y la exigencia de la cotidianidad, ha creado nuevas formas de vida a las que la sociedad debe dar respuestas con estrategias integrales a largo plazo, apoyadas en la consecución de objetivos motivantes e inmediatos, y no me refiero solamente al diseño de planes integrales, diagnósticos o estrategias de futuro, sino a su instrumentalización, aplicación y desarrollo. En muchas ocasiones, da la sensación que los mediadores, se han olvidado de la máxima de su trabajo “Plan, Programa, Proyecto, Actividad y Tarea”, saltando del plan a la tarea, o partiendo de la actividad, olvidando que la suma de actividades no genera ningún proyecto, sino que son los proyectos los que generan actividades.
(Proyecto Universidades Populares)

Se hace necesario una propuesta global, integral y decidida, que no sólo abarque todos los tramos de edad, sino también todos los roles que el joven ocupa en la sociedad, así como una implicación directa de las distintas áreas de la administración local, regional y nacional y con el rigor de trabajar para los objetivos marcados, con una propuesta metodológica donde los jóvenes sean los protagonistas de los proyectos destinados a ellos, con estrategias que potencien los valores de la juventud mejor formada de nuestra historia, facilitando su acción para la toma de decisiones e interviniendo por igual en todos los territorios, crearemos un nuevo pensamiento joven, una corriente dominante que hará presente y futuro, avanzando hacia una sociedad joven, creativa, imaginativa y emprendedora, frente a los radicalismo, las xenofobia, los fanatismo, el consumismo y el hastío.

El tiempo para conseguir los objetivos de un programa, está marcado por muchos factores, no solamente los esfuerzos compartidos y coordinados, permiten alcanzar las cotas establecidas en su diseño y tampoco el mayor o menor grado de perfección en su configuración. En la mayoría de los casos, la ejecución de un proyecto, ajustado a unos tiempos, a unos rigores presupuestarios, hace que lleguemos a creer que la propuesta no era buena y la arruguemos en el baúl de los recuerdos. Sin embargo, todos somos conscientes de que el aprendizaje y la innovación están apoyados sobre parámetros de continuidad y demostración, y que son ellos, entre otros, los que generan en los entornos las condiciones más favorables para su desarrollo. Sistematizar y analizar desde una posición de búsqueda de alternativas y de avance, supone para el desarrollo de los territorios un valor de vital importancia y permite la consolidación de los marcos adecuados sobre los que se apoya el futuro.

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